El nombre Xpiyacoc aparece 9 veces en el Libro Sagrado Maya y Libro Nacional de Guatemala, el Popol Vuh, siempre asociado en dualidad con el de su esposa, Ixmucané. Ambos son considerados los primeros abuelos en un tiempo inmemorial.
Como personajes partícipes de la generación de los primeros hombres, aparecen los nombres de los primeros ancestros o primeros abuelos: Ixmucané e Xpiyacoc, quienes son padres de Hun Hunahpú y Vucub Hunahpú. Hun Hunahpú es padre de Hun Batz y Hun Chouen (que terminan convertidos en monos) y después de los héroes Hunahpú e Ixbalanqué.
Son figuras de sabiduría y consejo, invocados en los momentos decisivos de la creación del hombre. El Popol Vuh, libro sagrado de los mayas, los presenta como guardianes de la palabra y de la memoria. El abuelo Xpiyacoc es un ancestro que acompaña y orienta la obra creadora.
“Y juntamente es dicho y hablado de aquella abuela y aquel abuelo que se llamaban Xpiyacoc e Ixmucané, nombres propios amparadores y cubridores, dos veces abuela y dos veces abuelo son dichos en las historias quichés, que comunicaron todo con lo que hicieron después en el estado de la claridad y en la palabra de claridad.”
Los primeros sabios
El concepto de dualidad es clave en la cosmovisión maya. Y por ello Xpiyacoc representa una raíz múltiple, un linaje fundacional, la fuerza ancestral que sostiene la existencia humana, en directa interacción con Ixmucané.
En la narrativa de la creación, tras el fracaso de los primeros intentos para formar al hombre, los creadores vuelven a consultar a ambos abuelos. Su voz es decisiva para orientar el nuevo intento.
“Será peor después, no andará y no se multiplicará: estará hecho solo de su entendimiento”, le dijeron. Entonces lo desbarataron y volvieron a amasar su formadura y fábrica… Entonces consultaron otra vez. “Se lo diremos a Xpiyacoc e Ixmucané, a Hunahpú vuch y a Hunahpú vtiu, probemos otra vez nuestro día, su ser formado”, dijeron unos a otros los formadores y fabricadores.”
Aconsejan incluso a los espíritus creadores
Es allí donde los abuelos despliegan su sabiduría en el arte de la adivinación, echando granos de maíz y tz’ité para revelar el destino del nuevo ser. Este acto no es menor: vincula el mito con las prácticas rituales que aún hoy perviven en la espiritualidad maya.
“Entrad en la consulta, abuela y abuelo nuestro, Xpiyacoc y Xmucané: ¿Cómo se podrá sembrar y aclarar nuestro ser invocado, nuestro ser adorado, nuestro ser recordado por el hombre formado y edificado, por nuestro pobre hombre? … Echad suertes con maíces y tzité y sea solo hecho, si saldrá, si lo labraremos y tallaremos su boca y su cara de palo”, les fue dicho a los adivinos. “
Xpiyacoc era el encargado de utilizar el Tzité, una envoltura sagrada en la que se depositan 260 semillas de palo de pito, consideradas con poderes mágicos hasta la fecha por los Ajq’ij o guías mayas.
“El viejo era el de las suertes del tzité, y se llamaba Xpiyacoc; y la vieja Adivina del Sol y la Formadora se llamaba Chi Racan Ixmucané.”
Un linaje destinado a combatir el mal
Ambos complementan el consejo divino y ofrecen el conocimiento necesario para que el hombre verdadero pueda existir. La genealogía mítica también los vincula como el linaje que logró la destrucción del Reino de Xibalbá. El Popol Vuh recuerda que de ellos desciende Hun Hunahpú, padre de los gemelos heroicos Hunahpú e Ixbalanqué.
“Los padres de Hun Hunahpú fueron Xpiyacoc y Xmucané, estos nacieron en la obscuridad de la noche.”
La grandeza de Xpiyacoc está en su carácter de ancestro y consejero. Aunque nunca profiere una sola palabra en el texto, pero su legado habla por él. Es acción. Es el guardián de la sabiduría antigua, la voz que recuerda que la vida solo puede sostenerse con equilibrio, consejo y alimento.
Al ser llamado “primer gran abuelo”, el Popol Vuh lo ubica en el origen del tiempo, en una etapa anterior pero fundamental para la actual humanidad.
El gran tesoro de la cosmovisión maya












