Las granizadas de Guatemala son un manjar en época de calor, por la frescura que aportan.
En las calles, parques, ferias y mercados de Guatemala es común escuchar el inconfundible sonido del raspado de hielo contra el metal. Se trata de las granizadas, una bebida tradicional y refrescante que ha acompañado a generaciones enteras, especialmente en días calurosos o durante las vacaciones escolares. Más que un simple antojo, las granizadas son parte del paisaje urbano y cultural del país.
¿Qué son las granizadas?
Las granizadas son bebidas hechas a base de hielo raspado, que se sirve en vasos plásticos o de cartón y se baña con jarabes de sabores artificiales o naturales. Aunque el concepto es sencillo, el resultado es delicioso y muy popular entre niños y adultos.
El hielo se raspa manualmente con una máquina metálica que parece una especie de exprimidor invertido, y luego se cubre con jarabe. El sabor, el color brillante y el frío intenso del hielo hacen que este producto sea irresistible en los días soleados.
Variedad de sabores
Entre los sabores más populares destacan el fresa, tamarindo, grosella, anís, menta, mora, limón y uva. Algunos vendedores también ofrecen combinaciones, como fresa con leche condensada, mora con limón, o incluso versiones especiales con chile en polvo o jengibre.
En zonas rurales y pueblos, también existen versiones caseras hechas con frutas naturales. Estas pueden incluir jocote, mango verde, piña o nance, y muchas veces se complementan con miel, leche condensada o crema.
¿Dónde y cuándo se consumen?
Las granizadas se pueden encontrar prácticamente todo el año, pero su consumo se intensifica durante la época de calor, que en Guatemala va desde febrero hasta mayo, y también durante las vacaciones escolares de junio o diciembre, en ferias patronales, celebraciones religiosas o eventos comunitarios.
En ciudades como Antigua Guatemala, Chichicastenango o Quetzaltenango, las granizadas son parte de la oferta turística y cultural. En la capital, es común ver a los vendedores con sus carritos decorados, ubicados en afueras de escuelas, parques como el Cerrito del Carmen o el Parque Central, y ferias populares.
Un oficio que perdura
Detrás de cada granizada hay una historia. Muchos vendedores han heredado el oficio de sus padres o abuelos, y lo han convertido en su fuente principal de ingresos. Algunos incluso han modernizado el negocio con carritos más llamativos o innovaciones como vasos personalizados y sabores nuevos.
A pesar de los cambios sociales y tecnológicos, las granizadas siguen vivas en el imaginario colectivo de los guatemaltecos. Son más que una bebida: son una experiencia que remite a la infancia, al calor del medio día y al cariño de las tradiciones.
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